Cuando salió de su casa esa mañana iba con prisa. Se había quedado dormido y no había tenido tiempo para nada. Cogería el autobús, si no le tendrían que salir alas para poder llegar. Junto a él en la parada se encontraba una atractiva mujer joven con un gran sombrero rojo, nunca la había visto por el barrio. Se sentó solo en el autobús, un poco hacia el fondo. Ahora tendría que esperar alrededor de un cuarto de hora hasta llegar a su parada, así que decidió echarse una cabezadita. Puso la alarma en el reloj y viajo hasta el reino de Morfeo. Al poco rato, entresueños, notó que le daba un poco de frió pero no le dio mayor importancia.
De pronto, un bache lo desperezó. ¡Estaba atravesando la plaza roja de Moscú! Sus ojos, inundados de cúpulas de colores, no daban crédito. Sobresaltado se giró, “¿Me habré equivocado de autobús?”, vio a la joven del sombrero y mirando el número en la cabina del conductor se cercioró de que no había equivocación alguna. Pi, pi, pi, reclamó la alarma de su reloj en ese mismo momento. “¿Cómo coño hemos atravesado Europa en un cuarto de hora?”
- “Perdona, ¿Qué hacemos en Moscú?” preguntó a la del sombrero.
- “Yo me bajo en esta parada ¿Vienes?” Contestó clavándole unos increíbles ojos verdes.
Ella salió dejando un dulce olor a jazmín, así que como nuestro protagonista no sabía qué hacer la siguió. “¡Esta todo nevado y… no tengo frío!”.
Tras algunos callejones, la joven entró en una casa antigua, y sin dudarlo, segundos después, el muchacho cruzó el umbral. Lo recibió un amplio recibidor (¿Quién si no?) con suelos de mármol y una gran araña de cristal en el techo. De la estancia salían tres puertas, pero ni rastro de la del sombrero.
Siguiendo un ápice de instinto, decidió entrar por la del centro y descubrió un largo pasillo que acaba en una habitación muy grande llena de espejos dispares, de todas formas, tamaños y colores; pero vacía. Dio media vuelta y se aventuró por otra puerta, donde descubrió un amplio salón con una mesa en el centro, multitud de velas encendidas y, curiosamente, diversos retratos de la joven del sombrero. De repente, un susurro en su oído “Estoy feliz de que hayas venido”.
Se giró asustado y como no vio a nadie, volvió al recibidor principal. Sólo quedaba una puerta, de donde ahora salía una luz muy fuerte. La abrió y tras dejar que sus ojos se acostumbrarán a la claridad vio como se acercaba hacia él la chica del sombrero, ahora, destocada y sonriente. Sin que ella moviera los labios, de nuevo el susurro “Gracias por seguirme, ahora, puedes seguir tu camino”
Se despertó sobresaltado, todo había sido un sueño. Ya era demasiado tarde para ir a clase, otro día fumado. Puso la tele.
Se despertó sobresaltado, todo había sido un sueño. Ya era demasiado tarde para ir a clase, otro día fumado. Puso la tele.
INFORMATIVO ESPECIAL:Grave accidente de un autobús urbano; han fallecido varias
personas.
Cuando el joven reparó en la línea accidentada cayó en la cuenta de que era el que él debía haber cogido esa mañana. Volvió a mirar al televisor y como hipnotizado descubrió un círculo rojo en el suelo alrededor del siniestro, “¿Qué hace ese sombrero ahí?” pensó, antes de echarse a llorar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario