29.10.10

El extraño caso de los apuntes desaparecidos

Una fría mañana de Marzo, el hueco dejado en la dura carpeta azul dedicada a la asignatura de Televisión, puso de manifiesto la extraña desaparición de unos apuntes, uno de los casos más escamosos del universo ESCO.

Como cada mañana, los dicharacheros alumnos entraban felices a través de las acristaladas puertas de la facultad. (Sin literalizar: los pobres venían medio zombis acatando irremediablemente su destino mañanero). Se notaba en el ambiente que algo no iba bien. ¿Quién era aquel hombre de aspecto descuidado y con gabardina que examinaba las carpetas de apuntes?

Johnny McGregor se encontraba ante uno de los casos más peculiares de su extensa carrera de investigador privado. La teoría inicial que en su cabeza surgió fue la hipótesis del Hurto, puesto que se habían llevado los apuntes sin fuerza física. La carpeta se encontraba intacta y la secretaria ni siquiera había notado su falta. Pero, tras un par de cavilaciones, estaba cada vez más claro que se trataba de un caso de apropiación indebida, puesto que el sospechoso pretendía sacar una considerable nota en el futuro examen de dicha asignatura. Lo único que estaba claro es que los apuntes habían desaparecido. Era como si se hubiesen esfumado, ni un rastro.

La investigación debería buscar otro camino, otro rumbo. Habría que delimitar sospechosos y seguir la intuición. La rechazada posibilidad de haber realizado una simple copia para obtenerlos, sin necesidad de incurrir en un delito, convertía al ladrón en un ser al que el riesgo le aportaba una gran dosis de adrenalina, sabía lo que hacía, y le gustaba hacerlo. Al inicio de las investigaciones no encontró demasiadas puertas abiertas. Descartados los de primero, tercero y cuarto, que no tenían aliciente por el cual apropiarse de dichos apuntes, solo nos quedaba la gente de segundo. Muchachos y muchachas jóvenes, irreflexivos, que posiblemente habrían cedido ante la tentación de quedarse con lo que legalmente pertenecía al profesor y a la escuela. Un acto de rebeldía contra el sistema.

Los de segundo B fueron los primeros interrogados, sin dudarlo ni un segundo, echaron la culpa a los del otro curso. Esta estrategia los quitaba momentáneamente del punto de mira, pero decía muy poco de su compañerismo. Al ser interrogados los del A, negaron poseer dichas fotocopias, reacción más que natural. Estábamos como al principio. No era fácil la resolución de este enigma. Una cosa tan nimia como unos folios podían hacer que casi 60 personas suspendieran un examen, y, aunque hubiera sido la cosa más inútil del mundo, era su trabajo y debía realizarlo más que a la perfección.

De repente, sin querer, escuchó una voz que se acercaba por el pasillo “¡Pues eso que he ahorrado! Que pongan otro juego”, pero la distorsión del eco de los largos pasillos de la facultad hizo imposible el reconocimiento de dicha voz. Le era muy conocida. Decidió acercarse a la puerta y pudo escuchar el diálogo, que ya iba por otros derroteros, hasta que recordó donde había escuchado esa misteriosa voz: Era una de las personas que se habían quejado, increpado a sus compañeros y azuzado para resolver el enigma. Ahora sabía quien era. La conversación cesó y se decidió a dar caza al ratero, así que abrió la puerta de la habitación en la que se encontraba, avanzó rápidamente por el corto pasillo que lo separaba de la habitación en la que el malhechor se había introducido y llegó hasta la puerta que lo separa del culpable. La tan transitada puerta de la biblioteca, ahora se encontraba cerrada. Con firmeza agarro el pomo metálico y despacio, pero sin dudar, lo giró hasta abrirlo completamente.

La puerta comenzó a abrirse y poco a poco la claridad de la estancia inundó al investigador, que tuvo que acostumbrar sus ojos a la luz. Una forma difuminada lo esperaba al final de la sala. Era el momento de que se conociera la verdad. El detective miró fijamente al ladrón y asombrado dijo: “¡Pero si eres tu!”.

Entro en la sala y cerro la puerta. La oscuridad volvió a inundar el pasillo. Los apuntes nunca aparecieron, Johnny tampoco.

 

- Relato de 2007con motivo de la explicación de la diferencia entre robo, hurto y apropiación indebida.

Una de mis idas de olla, pero a tiempo vista, me resulta gracioso-

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