Hace alrededor de dos meses, cuando se estableció el 3 de enero la fecha del bautizo de mi primo Mario, al ser cuando la mayoría de la familia tenía vacaciones, mi padre decidió calcular nuestra salida el día 2 de enero y regresar el día 5, organizando así un fin de semana donde poder estar con la familia, relajarse y retomar fuerzas antes de volver al trabajo acabado el periodo estival.
Las combinaciones de vuelos en iberia no podían ser más favorables.
De Granada partía un vuelo a las 7 de la mañana, que llegaba a la T4 en Madrid aproximadamente a las 8. De allí, a las 9 salía otra avión, destino Ibiza, que alcanzaba su destino alrededor de las10, y tomaríamos una barca a las diez y media para estar en Formentera aproximadamente a las 11. En total, si todo salía correctamente, cómo debe ser, el viaje duraría 4 horas, en las que no tendríamos mucho tiempo de espera y en la que todo, oficialmente debía ir rodado. Al menos, esto nos aseguraba el papel de la reserva, la realidad, no pudo ser más distinta. No contábamos con la huelga de controladores aéreos y con los chanchullos encubiertos de los pilotos.
Llegamos al aeropuerto de Granada, más o menos a las 5:30, tras casi 20 minutos de coche, para facturarlas maletas en el vuelo de las 7. La gente poco a poco iba llegando y poniéndose en una larga cola. Nadie en el mostrador.
Las combinaciones de vuelos en iberia no podían ser más favorables.
De Granada partía un vuelo a las 7 de la mañana, que llegaba a la T4 en Madrid aproximadamente a las 8. De allí, a las 9 salía otra avión, destino Ibiza, que alcanzaba su destino alrededor de las10, y tomaríamos una barca a las diez y media para estar en Formentera aproximadamente a las 11. En total, si todo salía correctamente, cómo debe ser, el viaje duraría 4 horas, en las que no tendríamos mucho tiempo de espera y en la que todo, oficialmente debía ir rodado. Al menos, esto nos aseguraba el papel de la reserva, la realidad, no pudo ser más distinta. No contábamos con la huelga de controladores aéreos y con los chanchullos encubiertos de los pilotos.
Llegamos al aeropuerto de Granada, más o menos a las 5:30, tras casi 20 minutos de coche, para facturarlas maletas en el vuelo de las 7. La gente poco a poco iba llegando y poniéndose en una larga cola. Nadie en el mostrador.
Sobre las 6 aparece un hombre que sin comunicar nada empieza a atender a gente en la cola, de un modo "normal". Éramos de los primeros en la fila por lo que la sorpresa nos la llevamos bien pronto: "El avión que tiene que salir a las 7 de la mañana, no se encuentra aquí, anoche se retrasó y no llegó desde Madrid porque el aeropuerto estaba cerrado. Su vuelo se retrasa hasta las 10, cuando llegue el primer vuelo "Madrid-Granada". Fue una sorpresa mayúscula porque por lo tanto perdíamos la conexión con Ibiza, y nuestro viaje se descuadraba por completo. Nos dijeron que lo arregláramos en Madrid y nos aseguraron que nos colocarían en un vuelo posterior a la isla pero que todo iría con cierta normalidad.
Resignados, esperamos 4 horas intentando ser positivos, aunque todos sabemos que la espera en los aeropuertos es una de las cosas más inquietantes que existen. El vuelo salió, y llegamos a la T4 a las 11 de la mañana. Nos dirigimos directamente a un mostrador de atención al cliente de Iberia. Esperando en la cola, oímos:
- Es que su compañero es un gilipollas
- No le permito que hable así de un compañero, hay que tener respeto – argumento airada una chulesca empleada de Iberia
- No se puede hacer esto con las personas – argumento el cliente insatisfecho – nos tratan como a ganado
- ¿Qué quiere que le diga? No podemos hacer nada.
A lo que el hombre se fue como alma que lleva el diablo.
Nuestro turno. Pensé: "Vaya, vaya tía simpática nos va a arreglar el asunto". Mi padre expuso el problema, la azafata tecleo unas cuantas cosas en el ordenador y bastante grosera dijo, sin anestesia: "que sepan que ustedes no van a ir a Ibiza". Cuando nos vio ojipláticos añadió, "no hay ningún sitio libre en los vuelos que salen hoy hacia la isla", seguíamos en estado de shock. "Tendríamos que enviarlos de vuelta a Granada", decía señalándonos a una compañera del mostrador, como si no estuviéramos delante y pasando un momento bastante delicado.
Si no llegábamos a Ibiza ese mismo día (el 2), no tenía sentido el viaje, nos perderíamos el bautizo del bebe, a lo que íbamos expresamente. "Además, el de Granada os ha eliminado de la lista de espera, y os lo ha anulado absolutamente todo, ha hecho que perdáis incluso la "antigüedad" en la lista de espera, ¡os envió a Granada y punto!".
Mi padre re-explico, un poco achantado, porque lo estaba pasando fatal, que era necesario que llegáramos, que teníamos un contrato con la compañía por la cual estaba obligada a llevarnos hasta Ibiza, que no podíamos faltar, ¡era el padrino! La del mostrador, como haciéndonos un favor volvió a mirar el ordenador y dijo que había una posibilidad de llegar haciendo escala en Valencia, a lo que rápidamente accedimos, pensando, mejor llegar un poco tarde y mareados que no llegar.
Aún así, la de Iberia continuó, "tendríamos que llamar a Granada y decirle al de allí, que cómo se le ocurre hacer este chanchullo sabiendo que no hay plazas para Ibiza, tendríamos que llamarlo y decirle…. Decirle… no se", en ese momento, no pude más y solté "podríamos decirle gilipollas", con tal tono de reproche que la azafata no pudo más que callarse y mirarme asombrada y como dándome la razón. Mis padres alucinaron en colores.
Aunque fuera una malafollá, la muchacha, bastante resolutiva, nos solucionó los billetes hasta Valencia, nos aseguró el posterior vuelo a la isla y nos dio nuestro correspondiente vale por la comida, pero no se despidió sin tirar la "puntá" diciéndome antes de irnos "Bueno, tú como tienes tanto genio, puedes poner una reclamación cuando vuelvas a Granada",con cierto retintín. Todo esto aconteció aproximadamente a las 11 y media, por lo que a las 12 estábamos ya en tránsito de la T4 esperando a que saliera nuestro vuelo a Valencia a la 19:30.
La espera se hizo eterna, miramos las tiendas del aeropuerto, intentamos dormir en esos asientos tan incomodísimos, hicimos sudokus, leímos la prensa, cuando de repente, alrededor de las cinco de la tarde, empezamos a ver que la mayoría de vuelos de la Terminal se retrasan, de media, dos horas. La gente empezó a impacientarse, y nosotros comprendimos que si nuestro vuelo a Valencia se retrasaba volveríamos a perder el de Ibiza y sería imposible llegar esa noche a las islas baleares, tendríamos que volver a Granada. En ese momento mi madre comento "ahora comprendo a la gente que sale en las noticias agobiada, desesperados y llorando porque retrasan y cancelan vuelos. ¡es desesperante! estamos en tierra de nadie!"
Mi padre, muy nervioso, visitaba cada media hora las ventanillas de información a ver si quedaba algún sitio libre directo a Ibiza o si había un vuelo anterior que el nuestro a Valencia para no perder la conexión, todo en vano. Sólo podíamos esperar frente a la K95, la puerta de embarque que nos llevaría a Valencia.
Un par de horas después comenzaron a llamar a embarcar y pacientemente nos colocamos en la cola, temiendo quedarnos en Valencia, pero debíamos intentarlo. Justo delante nuestra había una familia con un montón de niños que también había tenido problemas de tránsito y estaban tardando mucho en solucionar sus billetes, por lo que nuestra paciencia empezaba a acabarse, no podíamos perder ni un minuto en embarcar, Ibiza dependía de ello.
A unos cien metros estaba embarcando un vuelo directo a la isla que de debía haber salido a las 16:40 de la tarde (eras cerca de las siete y media). Desde nuestra cola veíamos como iban realizando las últimas llamadas a los pasajeros. Resignados, nos conformábamos con la opción de Valencia, pensando que no había plazas libres en el vuelo directo.
De pronto, por el altavoz de la puerta de embarque de Ibiza sonó mi apellido, nos miramos extrañados, sonó el de mi madre, y después el de mi padre: "Coño, somos nosotros", y echamos a correr hacia la puerta.
- "Corran, corran, adentro" – urgió la encargada de la puerta.
- "Pero si nosotros tenemos que pasar por Valencia" – dijo mi padre.
- "Venga rápido, vamos, no me hagan esto", indicando que lo mejor era no preguntar y aprovechar la oportunidad.
- "Corran, corran, adentro" – urgió la encargada de la puerta.
- "Pero si nosotros tenemos que pasar por Valencia" – dijo mi padre.
- "Venga rápido, vamos, no me hagan esto", indicando que lo mejor era no preguntar y aprovechar la oportunidad.
Ticó los billetes en los que ponía Valencia y los tiró con el resto de pasajes mientras nosotros corríamos como locos por el pasillo de embarque. Salimos a la pista y a toda prisa un controlador nos indicó cual era el avión. Al subirnos descubrimos un montón de sitios vacíos así que nos sentamos en los primeros que vimos. Ya estábamos dentro, ¡íbamos a Ibiza! Mi madre, sentada delante de mí se giró y dijo "se lo he pedido a todos, sobre todo a la abuela Aurora ¡es un milagro! ¡Para que tengas más fe!"
Pero los problemas no acaban aquí, a Ibiza llegábamos, no sabíamos cuando, pero, ¿seríamos capaces de llegar a Formentera ese día?
El último barco Ibiza- Formentera es a las 21:30. El vuelo Madrid –Ibiza es de aproximadamente 45 minutos. Nos montamos en el avión a las siete y media pero estuvimos retenidos dentro del aparato esperando pista casi una hora, aproximadamente hasta las ocho y cuarto. Nuestros nervios iban creciendo poco a poco. Si el avión se retrasaba 10 minutos más perderíamos la barca. El avión despegó a las 20:20 aproximadamente, todo pendía de un hilo.
En ese momento, ya sentados y tranquilos por al menos trasnochar en una de las islas, pensamos ¿y las maletas? ¿Llegaran a Ibiza? ¿Cuando? ¿Se irán a Valencia? Si no sabíamos ni nosotros cómo habíamos acabado ahí, ¿dónde estarían ellas?
El avión aterrizó en Ibiza a las 21: 05 minutos. ¿Podríamos cruzar la isla en media hora? Yo no he vivido más tensión en mi vida. Las maletas empezaron a salir una a una, pausadamente. Mi madre, mi hermano y yo esperábamos a las nuestras mientras mi padre corrió hacia la puerta a parar un taxi, debíamos hacer un último esfuerzo, estábamos muy cerca.
Nuestra primera maleta salió a las 21:15, seguida de la segunda. Mi hermano y yo, con una cada uno empezamos a correr por el aeropuerto de Ibiza buscando la salida. El taxista, fiel retrato de Papa Noel la metió en el maletero. Mi madre llegó con la tercera maleta, también corriendo, 2 minutos después. Eran las 21:20.
Creo que ese taxista no ha conducido así de rápido en su vida. Se estima que desde el aeropuerto al puerto se tarda sobre 20minutos. Por suerte no había casi nadie en la carretera y conseguimos llegar justo a las nueve y media en punto. Cogimos las maletas y otra vez a correr por el puerto hasta el barco. Al legar nos preguntaron si éramos nosotros los que veníamos de Granada. Dijimos que sí. Resulta que nos estaban esperando.
Mi tío, que reside en Formentera, había movido sus contactos y habían conseguido hablar con el dueño de Balearia (la empresa que gestiona los barcos) para que nos esperarán cinco minutos (pero más era imposible, debían cumplir el horario). Por suerte no hizo falta, llegamos a la hora justa.
Ya en el barco, relajados, nos parecía increíble que un viaje que se presuponía bien organizado, cómodo, rápido y sencillo, hubiera sido tan largo y agotador como ir a un pequeño pueblo de la India.
Mañana, la vuelta, que también fue anecdótica a la par que frustrante.
1 comentario:
que tensión mas mala...
Publicar un comentario