Crítica: En solo 25 años: Miquel Barceló

Caixaforum siempre ha pretendido mostrarse a la vanguardia de las corrientes artísticas, incluso la idea de levantar el antiguo edificio para conseguir realzar el ámbito cultural, ya de por sí amplio en el Paseo del Prado, ha llevado a la organización a postularse en el apoyo de altas corrientes intelectuales, enfocadas a darse a conocer al gran público, gracias a grandes estrategias de comunicación masivas. De este modo, encajar esta gran exposición de Barceló en dicho recipiente cultural se ofrece como una gran opción que aúna las dos posturas, un alto nivel cultural y artístico y el gran interés que el artista mallorquín, más allá de escándalos políticos, suscita en el público, ávido de referentes culturales actuales, cercanos y con algo sustancial que ofrecer.

Esta exposición recorre la trayectoria de Miquel Barceló a partir del año 1983 hasta sus obras más recientes. Aunque acumula poco más de 50 años, sus creaciones de los últimos 25 no han dejado indiferente a nadie. Titulada La solitude organisative, la muestra ha contado durante la organización con la implicación del propio artista, que ha dejado que se exhiban algunas de sus creaciones personales y obras hasta ahora inéditas, por ese motivo, la exposición, con 180 obras entre pinturas, papeles y esculturas  se convierte en el eje vertebral de la programación del Caixaforum Madrid durante esta temporada.

Un gran elefante bocabajo te recibe a la llegada, comienza a imbuirte en el mundo que pretende recrear Barceló, lleno de volúmenes y formas orgánicas, se contrapone con la aséptica escalera de subida al edificio. Un vez dentro, un intrincado laberinto componen las diferentes salas de la exposición, que abordan aspectos tan diferentes como los expresivos retratos, acuarelas en papel, los intrigantes cuadros de sus inicios, las retorcidas esculturas y su deriva hacia el concretismo. No se articula de forma cronológica sino que a través de diversas salas se exhiben las temáticas o facetas que han unificado su obra más allá del tiempo.

Por ese motivo, es difícil encontrar la muestra sin gente recorriendo sus articulados pasillos. Un caos de murmullos, recovecos y ¿cómo no? Cuadros, que casi se amontonan en las paredes formando mosaicos de formas, trazos y manchas de color. Entre todo esto, señoras que comentan lo extraño de algunas formas, a lo que achacan la descriptiva frase “esto es arte moderno”. Estudiantes que buscan más allá de la propia forma para contentar su espíritu investigador, y cómo no, a sus profesores; algún que otro extranjero asombrado ante tal muestra de arte contemporáneo. Diversas visiones se mezclan en un ambiente donde lo que reina es el ansia de descubrir, de conocer ampliamente y de cerca la producción de este artista cuya obra, aunque es mundialmente famosa, no es del todo conocida por el gran público.

Como se dijo antes, trazos y manchas de color configuran uno de los más bellos adornos que pueden albergar las paredes del edificio. Las primeras obras de Barceló, muestran un artista centrado en la utilización de excesivo material con el fin de crear volúmenes y texturas imperfectas y rugosas pero dejando espacio a entornos y formas figurativas que abordan aspectos tan variopintos como una cocina o un barco en plena mar, una representación casi cotidiana enmarcada en un mundo completamente atípico creado por el artista. Posteriormente, a medida que avanza la trayectoria del mallorquín, su producción se vuelve cada vez más minimalista, más sencilla, comenzando a despojar sus cuadros de elementos superfluos en cuando a iconografía se trata, pero manteniendo de una manera más depurada y controlada la utilización de las capas de pintura para ofrecer relieves y perspectivas hipnóticas en sus propuestas, dotándolas más aún de una representación natural. Tanto valora el aspecto naturalista de los cuadros el propio Barceló, que, como reza escrito en una pared de la sala, pretende casi crear el mismo parte de esa naturaleza mediante la utilización de capas y capas y capas de pintura, “si hubiera continuado, habría conseguido crear una montaña”, define el artista en referencia a sus pinturas del desierto.

Un recorrido extenso en la obra de este artista mallorquín que ya es capaz de ofrecer una de las retrospectivas más interesantes del arte contemporáneo en la actualidad. Pero imparable, Barceló tiene aún brío para esto y para mucho más

Imágenes de : Fotopaco (interesantísimo blog)