Debíamos coger un vuelo en Ibiza a las 18:20, por lo que cogimos un barco de Formentera a las 16:00 para llegar con tiempo y facturar. Ya en la zona de tránsito, el vuelo se retrasó una hora y media. Estábamos más tranquilos, puesto que el de Madrid – Granada debía salir a las 21:45, teníamos tiempo, aún así esperar en los aeropuertos es tedioso a rabiar.
Cuando llegamos a Madrid sobre las ocho y cuarto vemos que la mayoría de vuelos están retrasados pero que el de Granada continúa con normalidad. Nerviosos, acudimos a la puerta por la que había que embarcar y allí esperamos. Debíamos comenzar a entrar al avión a las 21:05 y a esa misma hora comunican en las pantallas que el vuelo se va a retrasar hasta las 22:30. La gente comienza a ponerse nerviosa y a pedir explicaciones. Nosotros cada vez menos asombrados y más frustrados decidimos retirarnos de la pelea.
La causa por la que no salía el avión, nos dijeron, era porque su tripulación debía llegar de un vuelo desde Londres que se había retrasado. Aún así, era desesperante ver preparado el avión, vacío, y no poder montarte y volar hasta tu casa.
Otro nuevo golpe sobrevino a los 64 pasajeros del vuelo de Iberia (muy Lost esta frase), se volvía a retrasar el vuelo hasta las 23:15. Hora límite puesto que el aeropuerto de Granada echa el cierre a las 23:15 de la noche, y habían pedido una extensión hasta las 12:15 para poder llegar.
Embarcamos, ya la gente con los ánimos muy caldeados, y se produce la primera confrontación con la tripulación. Una de las azafatas, con muy poco tacto, se le ocurre decirle a la pareja más alborotadora, que si íbamos tarde es porque la gente había tardado mucho en subirse al aparato, con el consiguiente malestar de los pasajeros a los que nos habían retrasado el vuelo 2 horas y media.
Ya en el aire y tras mil disculpas del capitán, apunto de llegar a Granada, suena por los altavoces. “Sintiéndolo mucho, no va a ser posible llegar a Granada, se ha denegado la extensión y el aeropuerto está cerrado, tenemos que volar hasta Málaga y allí se pondrá un medio terrestre hasta Granada.” Los pasajeros no pudieron callarse más, un muchacho de Motril empezó a dar voces a una azafata que muy digna solo decía “no grite, no grite, no grite”. Otra de ellas decía “¿Yo que quiere que le diga?” (de nuevo la maldita frase). Mientras otra intentando empatizar reclamaba “nosotras también queremos llegar a Granada”. Alguna pasajera decía “esto es un secuestro porque no quiero ir a Málaga”, a lo que otra argumentaba “¡claro! no podemos decir, para que me bajo”.
Una vez en Málaga, la Guardia Civil se personó en la puerta de salida para evitar follones. Recogimos nuestras maletas y esperamos a que viniera la representante de Iberia. Cuando llegó, fue mucho peor.
Nos dirigió hasta los autobuses y una vez allí, en el parking del aeropuerto, la gente empezó a decir que debíamos poner una reclamación. En ese momento, la de Iberia, en vez de pedir disculpas y oír las quejas de los pasajeros, algo lógico después de la jugarreta de la compañía, se puso histérica, y empezó a gritar diciendo que “nunca había visto nada así”, que si queríamos reclamar que ella se iba y “ahí os quedáis” gritaba moviendo las manos. Las pasajeras más aguerridas no dudaron en contestar y la situación casi explota. Por suerte, ambas partes se calmaron después de algunos improperios y nos montamos cada uno en un autobús. Uno al centro de Granada y otro dirigido al aeropuerto de la ciudad, donde nosotros teníamos aparcado el coche.
El camino de hora y media de bus hasta Granada fue de lo más simpático, al menos sirvió para aliviar tensiones, puesto que el conductor, un gaditano de pura cepa contó que estaba de descanso pero que su jefe lo había llamado a media noche, comentó que su mujer estaba con “mu mala leche” por su salida, y charlando con una señora que venía de los Ángeles preguntó si aquello era como en las películas. Todo esto, aderezado con un acento muy simpático, consiguio incluso que echáramos algunas risas entre todos. Llegamos a las casa después de recoger el coche en el aeropuerto a las 3:15 de la madrugada, cuando debíamos haber llegado a las 11.
El viaje, tanto de ida como de vuelta se nos hizo eterno. Yo no se quién tiene la culpa de todo esto, pero si quien lo paga, los viajeros que desean pasar unas fechas con su familia, la gente que va o viene de trabajar o de algún evento importante, los usuarios, los borregos a los que nos traquetean, al fin y al cabo, somos los únicos perjudicados de un conflicto que ni nos va ni nos viene, pero que nos ha jodido las fiestas.
2 comentarios:
Niño..pero no pusiste una reclamación??. Jo..es que es lo que pasa,que los pasajeros no saben la mayoría de sus derechos y tragan....trabajé en una cía aérea y sé lo que te digo...vaya!!!, esas cosas "fastidian" y mucho...que es muy cansino la espera para coger un avión y si encima te dejan en otro sitio...
Uf...los de esa cía, igualito, igualito que le anuncio de reyes que puse en el blog...
SI necesitas algo, yasabes... Beso
Eso os pasa por viajar ;-), con lo bien que se está en casa con una mantica, una buena novela, una copa de ribera.... (Este lo pintas de verde y es envidia)
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